viernes, 3 de abril de 2020

Bisexualidad desde una Visión Psicoanalítica


El término bisexualidad es propuesto por primera vez W. Fliess quien, como testimonia la correspondencia, se lo sugirió a Freud, no obstante, el filósofo O. Weininger reivindicaba la prioridad de esta idea. “Cierto grado de hermafroditismo anatómico, escribe Freud, es la norma: en ningún individuo masculino o femenino de conformación normal se echan de menos las huellas del aparato del otro sexo; o bien han perdurado carentes de función, como unos órganos rudimentarios, o bien se han modificado para tomar sobre sí otras funciones”.

Desde un punto de vista compartido con algunos teóricos, se puede coincidir el pensamiento de que toda la humanidad es bisexual, y que nuestro rol sexual es puramente impuesto por la sociedad  desde que nacemos y las inclinaciones sexuales se logran dar bajo las situaciones en que vivamos o que experimentemos. La bisexualidad vista de otra forma es también una forma de deseo sexual por personas del mismo y del sexo opuesto, dado que el sujeto es incapaz de decidirse por cual orientación sexual escoger, es decir el bisexual es un sujeto que vive en una constante duda a cual camino elegir y opta por andar en ambos bandos.

Freud y el Psicoanálisis, toman en consideración a la “Duda” como una situación forzosa y obsesiva, en la cual va a producirse una “sexualización” del pensamiento, en la que se puede manifestar un conflicto edipico no resuelto entre los conceptos de masculinidad y feminidad (produciendo la bisexualidad) y la ambivalencia de amor y odio. Freud expone: “La duda corresponde a la percepción interna de la irresolución que se apodera del enfermo a raíz de todos sus actos deliberados, como consecuencia de la inhibición del amor por el odio. Es, en verdad, una duda en cuanto al amor, que debería ser lo más cierto subjetivamente; esa duda se ha difundido a todo lo demás y se ha desplazado con preferencia a lo ínfimo más indiferente. Quien duda en cuanto a su amor, ¿no puede, no debe, dudar de todo lo otro, de menor valía?”

No obstante Freud propone que existen, dos factores que implican la bisexualidad en el sujeto los cuales son los culpables de esta complicación, sostiene que son la disposición triangular de la Constelación del Complejo de Edipo, y la Bisexualidad Constitucional propia del individuo. Por ejemplo el caso de un niño varón, simplificado, se puede plasmar de la siguiente manera: En época tempranísima desarrolla una investidura de objeto hacia la madre, que tiene su punto de arranque en el pecho materno y muestra el ejemplo arquetípico de una elección de objeto según el tipo del apuntalamiento (anaclítico); del padre, el varoncito se apodera por identificación. Ambos vínculos marchan un tiempo uno junto al otro, hasta que por el refuerzo de los deseos sexuales hacia la madre, y por la percepción de que el padre es un obstáculo para estos deseos, nace en el niño el complejo de Edipo. La identificación con el padre cobra ahora una tonalidad hostil, se trueca en el deseo de eliminar al padre para sustituirlo junto a la madre. A partir de ahí, la relación con el padre es ambivalente; parece como si hubiera devenido manifiesta la ambivalencia contenida en la identificación desde el comienzo mismo. La actitud (postura) ambivalente hacia el padre, y la aspiración de objeto exclusivamente tierna hacia la madre, caracterizan, para el varoncito, el contenido del complejo de Edipo simple, positivo”

En “Tres Ensayos de Teoria Sexual”, Freud expone: “La doctrina de la bisexualidad ha sido formulada en su variante más cruda por un portavoz de los invertidos masculinos: Un cerebro femenino en un cuerpo masculino. Sólo que no conocemos los caracteres de lo que sería un «cerebro femenino. Sustituir el problema psicológico por el anatómico es tan ocioso como injustificado. El intento de explicación de Ktafft-Ebing parece concebido con mayor exactitud que el de Ulrichs, pero en esencia no difiere de él, la disposición bisexual dota al individuo tanto de centros cerebrales masculinos y femeninos cuanto de órganos sexuales somáticos. Estos centros empiezan a desarrollarse en la época de la pubertad, las más de las veces bajo la influencia de las glándulas sexuales, que son independientes de ellos en cuanto a la disposición (constitucional). Pero acerca de estos “centros” masculinos y femeninos cabe decir lo mismo que afirmamos para el supuesto cerebro masculino y femenino. Mientras tanto, ni siquiera sabemos si nos es lícito suponer para las funciones sexuales unas localizaciones cerebrales delimitadas (“centros”) como las que conocemos, por ejemplo, para el lenguaje”. 

Freud, en 1923, planteó que es la injerencia de la bisexualidad lo que vuelve tan difícil penetrar con la mirada las constelaciones (proporciones) de las elecciones de objeto e identificaciones primitivas, y todavía más difícil describirlas en una sinopsis. Freud indica que el acto sexual sería forzosamente insatisfactorio, ya que ninguna relación con un "partenaire" ("compañero") cualquiera puede satisfacer todas las tendencias sexuales (bisexuales) hetero-y homosexuales. Freud en 1920 desarticuló la anatomía de lo que denominaba carácter o actitud sexual (masculinidad o femineidad) y éste de la elección de objeto (hetero u homosexual).
En la acepción común, la bisexualidad expresa la mezcla de elementos masculinos y femeninos, plasmados en la mente y sexualidad propia de cada individuo, alimentado como se ha dicho por la duda, la cual es responsable de los conflictos que toda persona pudiese experimentar en la aceptación del propio sexo. 

Al bisexual se le puede definir como un “hermafrodita psíquico”, ya que la condición de hermafroditismo es de carácter biológico y existen seres humanos, animales y plantas con dichas características, pero no por compartir las cualidades sexuales masculino-femenino, van a ser bisexuales, pensar esto sería un error. No obstante catalogar a la bisexualidad como hermafroditismo psíquico, sin saber la razón de donde viene el concepto mítico del nombre, es un error, que no se debe permitir, para el lector le señalo que la palabra “hermafroditismo” recibe este nombre por el mito griego de Hermafrodito, el cual es un personaje de la mitología griega. Este era hijo de la diosa Afrodita y del dios Hermes, en honor de los cuales recibió este nombre que es una mezcla de sus padres. Afrodita se separó de su hijo y lo dejó en el monte Ida (Frigia) al cuidado de las ninfas del monte, por quienes fue criado.
Con el paso del tiempo, el niño se convirtió en un joven de gran belleza. Y un buen día, Hermafrodito decidió salir a recorrer las tierras griegas. Yendo de camino a la ciudad de Caria, en Halicarnaso, el exceso de calor de aquel día soleado le hizo aproximarse a un lago para refrescarse, y se lanzó a nadar desnudo. La náyade Salmácide, espíritu de aquel lago, al notar su presencia y observar su cuerpo desnudo, sintió una atracción inmediata hacia él y no tardó en desnudarse y acercársele para tratar de conquistarlo, pero el joven se resistió.

Aun así, la ninfa no rehusó en su empeño de estar con el individuo por el cual sentía gran deseo, un tiempo después, Hermafrodito se hallaba bañándose en una fuente, la ninfa Salmacis, quien estaba acosando al joven, y vigilaba el baño de este salió de su escondite y fue directamente a abrazar a Hermafrodito muy fuertemente, tanto así que lo arrastró al fondo y mientras este forcejeaba por escapar, la ninfa suplicó a los dioses que no separaran sus cuerpos, diciendo: “¡Te debates en vano, hombre cruel! ¡Dioses! Haced que nada pueda jamás separarlo de mí ni separarme de él”. 

Los dioses, atendiendo su súplica, le concedieron su deseo y ambos cuerpos se fusionaron para siempre en un solo ser, de doble sexo. Hermafrodito suplicó a sus padres, los dioses Hermes y Afrodita, que cualquier joven que se bañara en aquel lago corriera su misma suerte. De esta forma, el lago arrebataría la virilidad a todo aquel que se bañara en él, tal como así se lo concedieron los dioses. 

Alfred Adler habló acerca de este concepto del “hermafroditismo psíquico”, el cual va junto a la idea de la protesta viril, que surge como “un problema fundamental de  las enfermedades nerviosas”, con referencia a la compensación asumida por el individuo que por sufrir un sentimiento de inferioridad, se encuentra obligado a asumir actitudes de protesta viril para suplir sentimientos de debilidad y pasividad que siente dentro de sí como características femeninas.  Al igual que Adler, el concepto del hermafrodita es mencionado por Carl Gustav Jung, el cual ve al hermafroditismo psíquico como un símbolo de la copresencia, en cada uno de nosotros, de los elementos masculinos y femeninos que es necesario poner en relación para un desarrollo psíquico adecuado. El reconocimiento de esta copresencia permitió a Jung formular el concepto de Ánima, Animus  y del Sí Mismo, entendidos como la totalidad psíquica de la que el hermafrodita es un símbolo rudimentario: “En el fondo, éste se remonta al Sí Mismo que abarca y ordena a todos los contrarios”

En este ámbito hablar del “hermafroditismo psíquico” se puede observar una desestructuración o una constitución fallida de una identidad sexual que no le permite al individuo reconocerse en los caracteres fenotípicos de su propia sexualidad, con la consiguiente dificultad para asumir las funciones que la sociedad prevé para el varón y para la mujer. En algunos casos, cuando el sujeto se persuade de estar dotado de una personalidad femenina en un cuerpo masculino y viceversa, se trasviste o se somete a intervenciones quirúrgicas para la modificación del fenotipo.

Cabe decir que muchos bisexuales ya sean hombres o mujeres, tienden a practicar su bisexualidad mayormente en la adolescencia, por cuestiones y argumentos que desean experimentar y explorar la sexualidad, para de esa forma saber cual camino escoger y que les trae placer. Otros practican la bisexualidad, como parte de una moda o por la presión de grupo, si analizamos ambos caminos, notamos que desde la década de los 80s hasta la actualidad hay grupos sub-culturales que promueven la bisexualidad, como parte de una ideología o como una opción propia de un estilo de vida de alguna tribu urbana o sub-cultura, por ejemplo los llamados Emos, se caracterizan por ser sujetos depresivos, pero practican la bisexualidad como parte de su ideología. Por otro lado, en la ciudad que vivo, he conocido chicas metaleras que para ser reconocidas como metaleras en el grupo debía tener relaciones sexuales con alguna chica y luego tener relaciones sexuales con algún músico varón de la escena. Notando así que la bisexualidad podría estar sujeta a un complejo de inferioridad en algunas situaciones si es aplicada en algún grupo social. Algunos psicoanalistas le ven una gran ventaja a la bisexualidad ya que aporta al Psicoanálisis, pues bajo estudios le ha permitido comprender y conocer como la bisexualidad permite a algunos individuos saber cómo relacionarse armoniosamente con el mismo sexo, esté o no inhibido en el fin sexual. La bisexualidad permite al individuo desarrollar mejor la amistad, la camaradería, la sociabilidad, la solidaridad con el mismo sexo, y es por eso que tiene una gran importancia cultural. La bisexualidad no inhibida en su fin, puede sublimarse en acciones o tareas socio-culturales, procurando una gran riqueza a la personalidad. Hay personas que pueden cambiar de objeto sexual en sus vidas de adulto, o mantenerse como  bisexuales, no necesariamente como sujetos perversos. 

Para la psicoanalista argentina, Alejandra Vertzner de Marucco. Llama a la bisexualidad con el término de “Bisexualidad Psíquica” o “Bi (Psico) Sexualidad” ya que esta es como un elemento estructurante del psiquismo de todos los seres humanos. Ésta permite captar la fluidez de las pulsiones e identificaciones inconscientes, incluyendo la identificación primaria pasiva con el deseo de los progenitores. Ya que fundamentalmente remite a un horizonte pulsional que va más allá de lo masculino/femenino, estableciendo en la sexualidad un destino de ligadura, un sentido erótico y representacional del deseo al mismo tiempo que una vicisitud posible de la descarga pulsional. 

Por lo que la constitución bisexual en lo biológico sería un referente, un sustrato, no una causa. Estaría referido por un lado a las células embrionarias que al principio poseen una bisexualidad potencial ya que a partir de ellas puede desarrollarse tanto un individuo macho como hembra en función de mensajes hormonales sexualizantes. Existe una secuencia de relevos escalonados en el tiempo, cada uno de los cuales desempeña su papel en la determinación del sexo (sexo cromosómico, gonádico, hormonal, genital interno, genital externo, caracteres sexuales secundarios). El psiquismo humano se constituye en la dialéctica entre las fuentes y destinos de lo pulsional (que ancla en lo biológico pero es ya lo psíquico) y la relación con el objeto, el deseo del otro, el fantasma parental. Esta bisexualidad estaría siempre presente y pulsante en el Ello y sería en gran medida irrepresentable, de allí su potencialidad como “roca de base”. Arcaico, inasible en el placer, inefable en el goce, lo bisexual transita las huellas del psiquismo encarnado. La bisexualidad atañe al deseo y plantea una disyunción entre un saber y una creencia. La psicoanalista, Joyce Mc Dougall, sostiene que en la fase edípica, el niño se ve obligado a llegar a una conciliación con el deseo imposible de poseer a los dos progenitores, de pertenecer a los dos sexos y de encarnar los dos órganos genitales. En la mayoría de los individuos, esta capacidad puede ser una forma relativamente benigna de omnipotencia, “un puente tendido por sobre la diferencia”.

En la bisexualidad se sostiene que la bisexualidad contiene dos fantasmas muy diferentes y hasta opuestos, cuya conciliación (imposible) intenta: un fantasma, absolutamente positivo, que apunta a asegurar la plena posesión de un falo (paterno y materno) cuya excelencia sólo imperfectamente se la podría encarnar y significar en uno y otro sexo; y un fantasma, absolutamente negativo, que tiende a resguardarse de toda separación-castración-muerte, que conduce a un desvanecimiento cada vez más acentuado del sujeto deseante.

La psicoanalista Marjorie Garber plantea que la bisexualidad no sería una orientación sexual más, sino más bien una sexualidad que deshace la orientación sexual como categoría, una sexualidad que amenaza y cuestiona el binarismo que tergiversa la naturaleza de la sexualidad, que es fluida y no fija. El descubrimiento erótico que aportaría la bisexualidad es para esta autora “la revelación de la sexualidad como un proceso de crecimiento, transformación y sorpresa, no un estado del ser estable y plausible de ser conocido”.

Existen diversas formas de vivir la bisexualidad, esta puede estar sujeta en la fantasía, con independencia antes de que esta se lleve a la práctica. Así mismo en caso se lleve a la práctica puede surgir la bisexualidad experimental, la cual se da por curiosidad para “ver qué se siente”. También podemos hallar una bisexualidad momentánea en la cual el sujeto intenta descubrir cuál es su orientación. Mientras que en la bisexualidad específica, se da cuando alguien se siente atraído/a por una persona del sexo contrario a aquel que habitualmente lo atrae, pero sólo esa persona. Y por ultimo podemos notar a la bisexualidad periódica, referida a personas que se mantienen durante ciertos periodos de su vida en relaciones heterosexuales y en otros periodos, relaciones homosexuales. Alternante, referida a personas que mantienen primero una relación con una persona de un sexo, luego con una persona del otro sexo, y así sucesivamente. 

No obstante hay que decir que en la homosexualidad, ya sea masculina y femenina surgen algunos criterios importantes los cuales hay que ver y analizar, a veces el homosexual tiende a verse a sí mismo como una entidad (espíritu) el cual se haya atrapado en un organismo (cuerpo), que no es el que debería estar, a esto llamaremos homosexualidad egodistonica, pues la persona no se haya satisfecha con su aspecto físico, por lo cual surgiría la transexualidad, cuando el homosexual se haya satisfecho con su imagen y vive una homosexualidad “normal”, podríamos hablar de una homosexualidad egosintónica. Cabe decir que los travestis, no entran del todo en la categoría de homosexualidad, pues el travestismo se ubica como una parafilia, puede decirse el travestismo es una homosexualidad latente, pues el individuo al vestir como mujer u hombre (en el caso de las lesbianas) no desea reconocer su homosexualidad, pero hay individuos que la reconocen y viven una homosexualidad normal que luego puede llevar a la transexualidad. 

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