domingo, 29 de marzo de 2020

Homosexualidad Femenina (Lesbianismo)


La homosexualidad femenina, también conocida como “Lesbianismo” o “Safismo”, es tan antigua como la homosexualidad, de hecho los términos de “Lesbianismo” y “Safismo” tienen un origen griego, la terminología de Safismo hace una alusión a la poetisa griega Safo, quien es famosa por sus poemas de amor dedicados a las mujeres y de quien se dice tuvo amantes mujeres, y la terminología de “lesbianismo” se debe a una referencia a la isla de Lesbos, lugar donde vivió esta poetisa griega.

Para seguir con la visión freudiana acerca de la figura del poeta, pues me gustaría compartir este poema de Safo de Lesbos, antes de analizar algunas de las causas y posibles orígenes de la homosexualidad femenina, comparto el poema que recibe por título, “Desde Creta ven, Afrodita”, el cual es un poema dedicado a la diosa Afrodita y en este se puede hallar un culto a la femineidad de la diosa y a la vez expresa un amor erótico a una figura divina que representa la belleza de las mujeres.

Desde Creta ven, Afrodita, aquí
a este sacro templo, que un bello bosque
de manzanos hay, y el incienso humea
ya en los altares;
suena fresca el agua por los manzanos
y las rosas dan al lugar su sombra,
y un profundo sueño de aquellas hojas
trémulas baja;
pasto de caballos, el prado allí
lleno está de flores de primavera
y las brisas soplan oliendo a miel…
Ven, Chipriota, aquí y, tras tomar guirnaldas,
en doradas copas alegremente
mezclarás el néctar para escanciarlo
con la alegría.

La homosexualidad femenina en realidad tiene sus mismos orígenes y principios como el de la homosexualidad masculina, pues esta homosexualidad femenina estaría vinculada estrechamente al Complejo de Edipo. Por su contraparte el psiquiatra y psicoanalista suizo, Carl Gustav Jung (quien luego de su separación con Freud, desarrollaría su escuela de Psicología Analítica), propuso el término de Complejo de Electra, en el cual la niña proyecta un amor y deseo hacia la figura masculina, rechazando la figura materna. 
Carl Gustav Jung fue desarrollando de forma análoga el “complejo de Electra”, Freud nunca aceptó esta idea de Jung porque se contraponía con las teorías que él venía desarrollando, particularmente en dos aspectos:
  • La importancia que tiene para la niña la inclinación inicial por la madre (en la fase preedípica). 
  • La preponderancia central del falo en el desarrollo de los sujetos de ambos sexos en la fase fálica del desarrollo libidinal.

El origen de este concepto puede hallarse en el ensayo de “Exposición de la Teoría Psicoanalítica”. En este período Jung critica a Freud por centrarse demasiado a los descubrimientos del Complejo de Edipo en las experiencias de su propia persona y aboga además por la desexualización de la teoría.

La mayoría de psicoanalistas freudianos no aceptan la denominación junguiana de “Complejo de Electra” pero a la vez todos coinciden en la importancia de diferenciar estos procesos en el niño y en la niña, ya que por sus distintos rasgos y posesiones deben ser tratados de forma distinta entre uno y otra.

Freud conjetura que los orígenes de la homosexualidad femenina se deben a que la mujer se identifica con el padre con la intención de superar la desilusión edípica, o bien mediante una regresión a la fase de la primera relación objetal con la madre que, para la mujer, es homosexual. Sigmund Freud precisa en una nota de 1914: “La investigación psicoanalítica se opone terminantemente a la tentativa de separar a los homosexuales como una especie particular de seres humanos. En la medida en que estudia otras excitaciones sexuales además de las que se dan a conocer de manera manifiesta, sabe que todos los hombres son capaces de elegir un objeto de su mismo sexo, y aun lo han consumado en el inconsciente.”

Para el psicoanalista italiano Umberto Galimberti, la homosexualidad femenina, es episódica o permanente, esta se manifiesta como una atracción amorosa entre mujeres. Para él las relaciones lesbianas con frecuencia se llega a observar una división de las funciones, a imagen de la existente en la relación heterosexual, donde el sujeto más viril asume una función activa, o a imitación de la relación madre-hija, con posibles intercambios de funciones.

Para Galimberti, la base del lesbianismo estaría, según las diferentes hipótesis psicoanalíticas, un narcisismo exasperado que favorece una búsqueda de la propia identidad sexual mediante un reflejo en la compañera; una hostilidad materna, que le impediría a la hija tener una adecuada identificación femenina con la consiguiente aceptación de su propia función, o un rechazo paterno en relación con la hija que induce a ésta a identificarse de alguna manera con el sexo opuesto y a alimentar una marcada hostilidad en relación con éste. 

No obstante en experiencias personales, he conocido mujeres que decían haber mantenido una mala relación con su padre y una fuerte admiración por la madre (en especial en casos donde hubo abandono de hogar o divorcio), lo que llevó a estas mujeres en su juventud en gran medida a rechazar la figura paterna (pues veían en este aspectos negativos) para amar la figura de la madre, por lo que en el fondo su homosexualidad se debía a un odio neurótico al padre, más no era un gusto de origen de placer sexual hacia la figura femenina, podría sintetizarse el lesbianismo de estas mujeres es un culto a la vagina que un gusto a la vagina.

Por otro lado, hay teorías en las cuales, nos revela que al igual que el Complejo de Edipo en varones, la homosexualidad en las mujeres puede ser vista como una especie de tributo al padre, es decir la niña ve en el padre una figura de poder, le hace culto porque este posee el falo, ya que ella no tiene falo, ve en el padre al ser que está completo, por ende le respeta, lo idolatra, y antes de serle infiel con otros varones (es decir abandonar al falo del padre, para adorar otro falo), se queda amando a otras mujeres, así el único hombre en su vida es el del padre.  

No obstante en este lesbianismo, surgen las mujeres que proyectan un vestir o una apariencia varonil, usualmente las que reciben el papel de activas en la relación homosexual, esto puede darse en una relación de culto al falo, y trata de verse reflejadas como el padre, pues de este modo al verse vestidas como varones proyectan su identificación masculina y amor simbólico hacia ese varón que en ellas ven el poder que ellas no poseen. Así mismo hay mujeres que visten como varones en algunos casos, como una forma de proyectar la ausencia paterna en su vida, la cual de forma inconsciente exclaman que le necesitan. En una ocasión anecdótica, en clases un compañero se percató del vestir y sentarse de una compañera que estudiaba psicología con nosotros, ella es lesbiana pero del tipo “machona”, mi compañero notó que ella se sentaba abierta de piernas, esto según él, por investigación propia, era una forma de mostrar la ausencia paterna en casa y de esa forma en un lenguaje corporal, ella mostraba un compensar de no tener esa proyección, en efecto coincidía esto bastante porque ella solo veía al padre los fines de semana y no tenía una cercana relación con el padre, muy aparte se sabía que ella comentó que su padre deseaba tener un hijo varón (hijo que nunca tuvo y aparte ella es hija única), por lo que él le compraba ropa masculina, para cubrir el hijo varón que no tuvo con la madre de esta compañera. 

En otro aspecto para indicar los orígenes a la homosexualidad femenina, tenemos el miedo a la penetración, como es bien sabido y no es un secreto, muchas mujeres revelan haber sentido un dolor o mejor dicho un ardor al tener sexo en la primera vez, pero hay mujeres que luego de varias experiencias sexuales no lubrican y encima sienten un fuerte dolor en las penetraciones, esto podría deberse a una frigidez, la cual es conocida como Anafrodisia, la frigidez se refiere a la incapacidad de la mujer para alcanzar el orgasmo durante el coito, razón por las que les duele y no sienten nada de placer. 

Cuando este problema no es de naturaleza orgánica, esta incapacidad no es vista como una enfermedad sino un síntoma de conflictos neuróticos subyacentes que pueden remontarse a un rechazo de la propia identidad sexual, a una posible homosexualidad latente, ligada a vínculos edípicos no resueltos, a sentimientos de culpa respecto al placer sexual, vinculados con la educación, a recuerdos de experiencias negativas o dolorosas como violaciones o incestos, a sentimientos de inseguridad y de inadecuación frente a la relación, al temor de pérdida del autocontrol, al temor a la gravidez, al desafecto respecto a la pareja, con pérdida de atracción sexual, o al disgusto por sus comportamientos sexuales desilusionantes.

Sigmund Freud refiere la frigidez de la siguiente manera: “La fijación de su libido al padre o a un hermano que lo sustituya. El marido nunca es más que un varón sustituto, por así decir; nunca es el genuino. Es otro el padre, en el caso típico quien posee el primer título a la capacidad de amor de la esposa; al marido le corresponde a lo sumo el segundo. Ahora bien, para que se desautorice a éste por insatisfactorio importa cuán intensa sea la fijación y cuán tenazmente se persevere en ella”.

En muchos videos donde se ha realizado entrevistas a lesbianas, algunas refieren que su primera vez fue con un varón y que la penetración les generaba un fuerte dolor (inconscientemente la fricción dada se debe como mencionó Freud a una culpa neurótica de pecar por medio de la sexualidad), estas lesbianas comentan que experimentaron luego el sexo con mujeres y tuvieron mejor satisfacción, tanto así que les gusto el sexo homosexual, por ende se volvieron lesbianas. Otras revelan que tuvieron su primera vez con una mujer pero luego experimentaron con un varón, en dichas experiencias por experimentar, la penetración les dolió (esto se debe a que no dejaron fluir las cosas y eso conllevó a que no se lograse una lubricación, fuera que también el amante no era un experto, posiblemente), por lo que continuaron siendo lesbianas, esto referido y mencionado termina siendo curioso, ya que el lesbianismo aquí se vería como una opción por no hallar una satisfacción sexual coital, y se opta por un camino “suave y placentero” cargado de masajes y enfocado en el sexo oral, ya que como algunas mujeres homosexuales refieren que una mujer solo sabe lo que le gusta a otra mujer.
La otra explicación por la que una mujer tiende a volverse lesbiana es algo que en lo personal he visto en la universidad, si bien en estas últimas décadas, el lesbianismo se ha vuelto una moda para muchas chicas, he visto muchas adolescentes decir que han tenido novio o novia, hay quienes entran al lesbianismo como parte de una presión de grupo, cuando empecé a estudiar psicología, tuve una compañera que tenía 18 años y se declaraba lesbiana, esta chica carecía de la figura paterna y refería nunca haber tenido en su niñez y pubertad atracción por el sexo opuesto como personas de su mismo sexo, por lo que en una fiesta de quinceañero, una chica le beso y eso le gusto, por lo que hallo una vinculación al lesbianismo, fuera que su madre es una mujer participante del Opus Dei, lo cual hacia que el lesbianismo fuese prohibido, y como muchos sabemos lo prohibido es excitante. Notamos aquí que hay personas que no buscan experimentar, tan solo se quedan en lo que les toco, y se cierran a posibilidades, pero también refuerzan estos gustos alternativos como una forma de rebeldía hacia los padres o la sociedad. 

Pero por otro lado esta compañera sedujo a una compañera, la cual había sido “maltratada” por su novio, y esta le aceptó en su despecho el mantener una relación homosexual con ella siempre que todo se mantuviese, pero en secreto, cuando terminaron (lo cual no fue un secreto) esta compañera que aparentemente que había sido hetero, pensaba que los varones eran malos tanto así que continuó manteniendo relaciones lésbicas (lo que nos revela que su lesbianismo era una manifestación neurótica de un odio a la figura varonil la cual ve de sádica y la figura lésbica, como una figura salvadora).  

En otro aspecto la imagen de la mujer con aspecto masculino (poderosa) y que alimenta el concepto de la lesbiana como varón (papel activo), es la figura de la mujer fálica, esta viene siendo una imagen de una mujer fantasmada (es decir en la imaginación y fantasía que mora en el inconsciente) y que se haya dotada de un falo externo, o como si tuviera dentro de sí el falo masculino. El Psicoanálisis ha detectado en las miles de consultas a este fantasma, el cual mayormente se proyecta con frecuencia en los sueños. Esto ha llevado a que se den diferentes interpretaciones, que van desde un estancamiento en la fase fálica hasta una atribución del pene a la madre activa como proyección retrospectiva del órgano activo de la madre, que es el seno. La expresión “mujer fálica” también se refiere, pero sin ninguna justificación fantasmática, a mujeres o a madres autoritarias con rasgos que se consideren masculinos. 

La mujer que por lo general se halle en el papel de representar a un varón, lo que como se conoce como “machona”, no siempre va a significar que esta sea lesbiana, de hecho, el que una mujer vista como varón puede tener diferentes interpretaciones, partamos desde las más básicas, la primera es la que ofrece Freud con su concepto de “Envidia del Pene”, la cual es la teoría de la reacción que sienten las niñas durante su desarrollo psicosexual a la conciencia de que ella no tiene o mejor dicho no ha recibido un pene. Para  Freud esta realización surge en un momento decisivo en el desarrollo del género y la identidad sexual de las mujeres. 

También hay que decir que las mujeres que visten de forma varonil, muchas veces se visten como varones (cuando no son lesbianas), como una forma de mostrar protección, por ejemplo una niña que se halle sola y vulnerable, tenderá de forma inconsciente, disfrazarse (vestirse) de hombre para decir, yo soy fuerte o tengo a la figura paterna cubriendo mi debilidad. Si analizamos el caso de niñas que se desarrollan físicamente más rápido y buscan ocultar su desarrollo de las miradas lascivas de los hombres, optará por ropas anchas y varoniles para que no le observen con malos ojos. Otros como se mencionó visten varonil por satisfacer el deseo del padre que no tuvo el hijo varón y usan la vestimenta masculina como una forma de habito de penitencia, de no poder revelarse al destino impuesto por el padre. 

Para comprender más acerca de la homosexualidad femenina, la filosofa Judith Butler, evita ubicar al lesbianismo como una suerte de consagración de la feminidad. Más bien su interés está dirigido a mostrar como las “prácticas sexuales no normativas” cuestionan la estabilidad del género como categoría. Es decir, el lesbianismo es expuesto en evidencia como ciertas prácticas sexuales ponen en tela de juicio qué es una mujer y qué es un hombre.  Butler propone al lesbianismo como una práctica esencialmente subversiva respecto de la sexualidad normativizada, y por lo tanto, al servicio de la puesta en cuestión del género normativizado. El lesbianismo se rebela, contra la idea de, en la medida que existen con frecuencia roles situables como “masculinos” y roles femeninos, la homosexualidad femenina es una parodia de la relación heterosexual.

El lesbianismo debe ser tomado como una “yuxtaposición disonante” la cual es dada por una “masculinidad” que se manifiesta en relación con un “cuerpo femenino” culturalmente inteligible, así como la tensión sexual que produce la transgresión que implica, estos son elementos que componen la escena erótica. Ya que el objeto del deseo de la lesbiana femenina no es cualquier cuerpo femenino ni una identidad masculina, sino la desestabilización de ambos términos cuando entran en la interacción erótica. Las identidades lésbicas conocidas como machona (activa) y femenina (pasiva) se ponen en duda con la noción misma de una identidad original o natural. 

El cuestionamiento encarnado en esas identidades se convierte en sí mismo en una fuente de su significación erótica. Por lo tanto estas identidades debe ser vistas en el cómo ellas van a servir y re significarse dentro del erotismo homosexual. En este marco, se abre el juego para múltiples combinaciones diversas. 

Concluyéndose entonces que no se puede predecir la orientación sexual a través de la identidad de género. Partiendo de la idea de que el género es performativo, ya que se planea que las historias de vida implican un devenir de elecciones constante. Entre estas variables se considera, la posibilidad de que los cambios en la orientación sexual se den como respuesta a parejas concretas, por lo que la bisexualidad se entrama a una historia particular tributaria de ciertos tipos de experiencias. No solo la elección está condicionada por las experiencias sexuales adultas, sino que estas no se cristalizan en una elección fija. La mujer no nace, se hace. Y se reinventa constantemente.

Judith Butler dedica expone la idea de la existencia de “un falo lesbiano” (teoría basada en el pensamiento del psicoanálisis lacaniano). Para Butler, el falo lesbiano se erige como “un emblema de un movimiento que se opone a la relación entre la lógica de no contradicción y la legislación de la heterosexualidad obligatoria en el nivel de lo simbólico y de la morfogénesis corporal”. Sostenida en el carácter desplazable del falo, por su capacidad de simbolizar en relación con otras partes del cuerpo o con otras cosas semejantes al cuerpo.
El falo lesbiano combina la idea del orden de “tener el falo” y el de “ser el falo” lo que ejerce la amenaza de castración (y en tal sentido es una manera de «ser» el falo) y sufre la angustia de castración (si «tiene» el falo, teme su pérdida). Cabe decir que la sexualidad lesbiana, es sostenida dentro de la economía del “falocentrismo”, ya que la está tan construida como cualquier otra forma de sexualidad. 

Entonces lo que cuenta no es si el falo persiste allí como un principio estructurante, sino cómo este persiste, “cómo se construye y qué ocurre con la condición “privilegiada” de ese significante en el marco de esta forma de intercambio construido”. 

El falo lesbiano va a constituir “un sitio ambivalente de identificación y deseo que es significativamente diferente del escenario de heterosexualidad normativa con el que se lo relaciona”.

El falo lesbiano va implicar un deseo en el cual se va a procurar subvertir las demandas normativas dentro de las cuales emerge. Es decir marca la inclusión del lesbianismo dentro de la lógica fálica, como el elemento subversivo dentro de esa lógica. Desde una lectura lacaniana, se pùede decir: que se inscribe en la lógica fálica, pero se inscribe como no-todo. “El falo lesbiano” define “una resignificación lesbiana del falo” que cuestiona tanto la morfología masculina como femenina. El falo lesbiano busca ubicar un elemento transgresor que funda el deseo. Proponiendo que “la relación con el falo es constitutiva; es decir se hace bajo una identificación de la que inmediatamente se reniega”.

Por lo tanto se reconoce en el lesbianismo, como una relación constitutiva con el falo, que consiste en una identificación inicial: el cuerpo de la mujer se inscribe en la lógica fálica. A esta, sobreviene una renegación inmediata: lo específicamente femenino se define por estar por fuera del ordenamiento comandado por el falo. Y “esta identificación renegada es lo que sustenta e impulsa la producción de una morfología femenina «distintiva» desde el comienzo”. Es decir no existe posibilidades para una constitución posible de la morfología femenina sin una inscripción inicial. 

Butler expone: “Si una lesbiana “tiene” el falo, también está claro que no lo “tiene” en el sentido tradicional, y su actividad promueve una crisis en el sentido de lo que significa “tener” el falo. La posición fantasmática del hecho de “tener” se rediseña, se hace transferible, sustituible, plástica; y el erotismo producido dentro de este tipo de intercambio depende tanto del desplazamiento desde los contextos masculinistas tradicionales como del redespliegue crítico de sus figuras centrales de poder”.

La significación del falo debe ser vista como performativa. Puesto que el falo significa que este siempre está en proceso de ser significado o del poder ser resignificado.  El falo lesbiano, entonces, evoca y al mismo tiempo desplaza su raigambre masculina. Y reproduce anatómicamente el espectro del pene sólo para provocar su inconsistencia. Abre así la posibilidad de considerar la anatomía como un sitio de re-significaciones proliferantes. 

Dado que el yo corporal producido a través de la identificación no está miméticamente relacionado con un cuerpo biológico o anatómico preexistente, el “esquema imaginario alternativo” que propone tiene como fin abrir la puerta a nuevos sitios de placer erógeno. Ya que como no hay proporción sexual, hay un campo abierto a diversas identidades, elecciones y recortes erógenos del cuerpo. Por otra parte en el recorrido emerge la reivindicación de la homosexualidad femenina como una elección con sesgos propios, no atribuibles a una suerte de parodia del encuentro heterosexual, y caracterizada por una peculiar relación al falo como ordenador.

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